miércoles, noviembre 07, 2012

La mancha del pez.


Este es un pequeño relato que se me ocurrió cuando vi la mancha en una pared y de la cual es la fotografía que encabeza esta entrada.


Hace muchos años un amigo comentaba sobre la habilidad que tenía para apresar espíritus a voluntad quedando estos adheridos a las paredes con diversas formas de manchas. Su casa era todo un lugar de bohemia pues ahí nos reuníamos un grupo de fotógrafos y artistas plásticos a platicar, planear proyectos y en general a departir por varias horas. El vivía solo y su casa, como buen refugio de soltero, estaba siempre desordenada por las constantes reuniones que tenía y su trabajo como pintor y fotógrafo. Las paredes tenían numerosas manchas de pintura, humedad, salpicaduras de bebidas y otras cosas, por lo que él nos comentaba que cada una de ellas era un espíritu que había capturado en un momento de descuido de estos y en los que se encontraba solo trabajando sus obras.

Siempre me atrajo este relato y la idea de poder atrapar espíritus en determinados momentos, pero al pasar el tiempo tuve la sensación de que podrían ser sueños o pensamientos muy profundos los que pudieran ser atrapados. Pasaron bastantes años y deje de frecuentar e este amigo. El relato quedó en el olvido o mejor dicho en mi mente que es ese lugar donde se olvida la vida para no hacerse presente. 

Un día empecé a darme cuenta que poco a poco aparecían machas en los muros por donde pasaba, no era frecuente pero sucedía en ocasiones y siempre era cuando caminaba solo y estaba absorto en mis pensamientos. También cuando me refugiaba en la pequeña casa familiar situada fuera de la ciudad, que pocas veces visitábamos, para pensar era más palpable que algo estaba pasando pues de un momento a otro me percataba de manchas que no estaba seguro de no haber visto antes en ese lugar. Cierta ocasión en que me encontraba en una encrucijada de la vida y por lo cual necesitaba meditar mucho para sacar en claro lo que procedería a hacer con muchos asuntos que impactarían de manera definitiva, estuve en ese refugio pensando largamente en lo que me preocupaba y en todas las posibilidades ante los diferentes cursos de acción que podría emprender. Mis estados de ánimo variaban por la lucha que se desarrollaba en mi interior, la certeza que tenía en un momento se disolvía y se presentaban más situaciones que no había contemplado que nuevamente avivaban la lucha interna. En el momento más abrumador apareció y con ello llego la calma, todo empezó a tener sentido, lo que parecía irresoluble dejó de serlo y fue precisamente en ese instante que vi como apareció en la pared y tuve la certeza de que yo lo había atrapado. Tenía la forma de un pez y es por esa razón que ratifique que era quien me dio esa serenidad pues me encanta ver a los peces y dejarme llevar por el ritmo pausado con que nadan en los acuarios.

A partir de entonces pude reconocer cada uno de los que atrapé en las paredes y lo que en su momento cruzaba por mi mente. Me di cuenta que había bastantes que llevaban mucho tiempo ahí y me sentía culpable con aquellos que me produjeron alegrías o confort, pero ¿qué podía hacer para corregirlo?, busque en mis recuerdos las palabras que en ese tiempo me dijo mi amigo cuando me reclamó el haber liberado a sus espíritus, él me dijo que no debí haber limpiado su departamento pues al quitar las manchas los liberé y ya algunos no lo dejaban en paz y que le costaría trabajo y meses volver a atraparlos. Entonces me dediqué a limpiar aquellos que me simpatizaban dejando aquellos que me atormentaban.

Aún ahora no se si lo que atrapo son espíritus, pensamientos o sensaciones pero trato de no hacerlo inconscientemente, quien sabe, quizás deje alguna alegría perdida por ahí sin poder recuperarla.

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