jueves, noviembre 15, 2012

Xochitepec, el pueblo que carga su cruz. Celebración de la Santa Cruz en un pueblo de Xochimilco.




Me contó uno de los mayores del lugar el origen de la celebración de la santa cruz en Xochitepec el cual refiero a continuación:

“Se dice que un día un habitante del pueblo de Santiago Tepalcatlalpan, andando en la juerga, fue aprendido por las fuerzas del orden pues estaba en la calle después del toque de queda que imperaba en ese entonces (Hablamos aproximadamente del año 1870) y fue trasladado la cárcel que había en el pueblo de Tlalpan para ahí cubrir la sentencia respectiva por su falta. Uno de los trabajos que le impusieron fue el de trabajar en el camino real que conducía a Cuernavaca por lo que todos los días era llevado junto con los demás presos para realizar las labores en el camino. Cada día que pasaba sufría de jornadas agotadoras removiendo piedras, nivelando y limpiando el camino para el paso de las carretas, las personas y de los arrieros que traían y llevaban mercancías diversas por esos rumbos. Cierto día se detuvo un arriero para ofrecer mercancías a los soldados que los vigilaban y ellos, contrario a lo que hacían, se agolparon en torno al arriero para ver lo que les ofrecía. Aprovechando la distracción, esta persona escapo adentrándose en el campo para tratar de alejarse lo más posible antes de que notaran su ausencia, no obstante paso poco tiempo para que se dieran cuenta de su huída y comenzaron a perseguirlo. El hombre estuvo corriendo a lo largo de la serranía que baja por lo que se conoce como San Pedro Mártir hacia Xochimilco, los soldados poco a poco se acercaba a él y finalmente llegaron al cerro de Xochitepec ya muy cercano a su pueblo. Su huida lo llevo hasta la cima de este lugar, dándose cuenta que le pisaban los talones y no viendo que no había un lugar en donde esconderse, se aferro a la pequeña cruz que coronaba el cerro e invocando su protección ante su inminente captura. Al llegar los soldados, no pudieron encontrarlo no obstante que buscaban por cada rincón de la cima y sus alrededores y pasando en varias ocasiones junto a él sin poder verlo. Después de un rato se dieron por vencidos regresando por donde venían, alejándose del hombre que seguía aferrado a la cruz. Al ver como se alejaban y aún con mucho temor, espero unos minutos hasta perderlos de vista y salió corriendo hacia su casa sin descansar hasta que llegó a ella. Ya estando con su familia les relató lo que le había sucedido desde su captura y el milagro que le concedió la cruz del cerro. La familia acordó hacerle una manda a la cruz y celebrar su día con una gran fiesta, como agradecimiento a las gracias concedidas, levantaron una base más grande en la cima del cerro y colocaron una cruz monumental. Desde ese entonces cada 3 de mayo, día en que se venera a la santa cruz, el pueblo de Xochitepec hace una celebración en honor a la Cruz y el hecho marco el cambio de nombre del pueblo pasando del de la Magdalena Xochitepec a Santa Cruz Xochitepec”.

Bajando la cruz. 1998. Material de archivo

Este relato me lo contó en 1997  uno de los habitantes más viejos que aún vivía, y que se lo transmitió su padre, cuando estaba haciendo el registro fotográfico para la exposición de la cual les referí en esta entrada, y es anterior a la información que existe en el sitio oficial de la Delegación Xochimilco que pueden consultar aquí.

Emplazamiento en la década de los 80's

jueves, noviembre 08, 2012

Un viaje por la sierra 7ª y última parte



 Con esto concluyo este relato que inicié hace bastante tiempo.

Días 5 a 12 (continuación).

Una vez que la procesión salía del atrio, esta se dirigía a la casa comunal a través del pueblo, a partir de este punto se integraba un elemento más al conjunto que era “el diablo”, representado por una de las personas del pueblo, que se dedicaba a bailar entre el grupo, hacer piruetas y desfiguros con la clara intención, dentro de la representación, de desorganizar la procesión y hacer que perdieran el rumbo que seguían. A lo largo del camino, existían varias estaciones marcadas con una cruz de piedra en la que hacían una parada. La música seguía tocando y los danzantes continuaban siguiendo el ritmo de esta. Pude percatarme que “el diablo” no pasaba de los danzantes que eran los que precedían la marcha, no le permitían acercarse a los santos ni a las mujeres y solamente daba vueltas en el grupo de hombres y entre los que danzaban. Cuando llegaron a la entrada de la casa comunal, hicieron una pequeña vaya para que entraran los santos, los hombres y las mujeres. El diablo quedó fuera y los rituales siguieron ahí durante todo el día. En la primer ocasión que seguí esta procesión, no pude acceder al interior de la casa comunal pues aún no me sentía con la confianza para intentar entrar, además de que no era conocido por las personas de la comunidad quienes recelaban de mi presencia y sobre todo por respeto hacia ellos debido a que cuando tomas fotos puedes llegar a ser muy invasivo al espacio de la comunidad. Una vez que cerraron la puerta, nuevamente el silencio invadió todo a mí alrededor y volví a sentir la lejanía en que me encontraba. Regrese al CCI a verificar los acontecimientos del día y esperando la tarde en que salían nuevamente hacia la iglesia para registrar esa parte de la celebración.

Cuando estás tan lejos y limitado de material, es frustrante no poder capturar todas las imágenes que quisieras. Recordemos que este relato data de principios de los 90`s y la fotografía con película era la que existía en ese momento por lo que siempre se cargaba con rollos para hacer los registros y de los que yo no tenía los suficientes y esperaba que me llevaran más pero no tenía la certeza de cuándo sería. Durante varios días se repetía el mismo ritual al cual asistía puntualmente y uno de esos días, ya con la confianza que logre entablar con la comunidad, pude entrar en la casa comunal para ver cómo ocurrían las cosas ahí. Esta construcción hecha de adobe, a diferencia de las casa que eran de tablas de madera, y con techo de maderas y tejas de barro, era muy amplia con algunas ventanas alrededor y al frente la zona principal que se encuentra en alto semejando un escenario. Al entrar la procesión, los santos son colocados al frente sobre un entarimado, al frente también se colocan las autoridades tradicionales y los danzantes continúan bailando al centro del gran salón, el músico y los hombres se colocan en sillas o bancas a lo largo de las paredes y las mujeres en la parte final cercanas a la entrada de la casa. Las actividades eran muy similares a las que desarrollan en la iglesia con grandes espacios de tiempo para danzar, otros para realizar rezos y letanías dedicadas a la Virgen y algunos cantos ceremoniales asociados a estas letanías.

Al tener condiciones difíciles de iluminación, ajuste la cámara para poder tomar algunas fotos de la mejor manera posible y procedí a moverme en el interior para hacer el registro. Pasé al frente donde estaban colocados las imágenes de los santos y uno de los gobernadores tradicionales me dirigió una mirada de aprobación, pues es el que había consentido mi presencia en las celebraciones. Después de un rato y al pasar junto a dos ancianos, estos me increparon por estar ahí, pues se sentían incómodos porque estaba ahí, aún cuando ya me conocían de días anteriores,  les pregunte si deseaban que me retirara y ellos dijeron que sí, que querían que me fuera. Guardé mi equipo y salí del lugar.



A partir de ese momento las cosas no me resultaron tan bien, no obstante que seguí registrando algunos aspectos, no llegaba nadie de la ciudad con los rollos que necesitaba, mi equipo empezó a presentar problemas mecánicos con el sistema de arrastre de la película y el clima se deterioraba cada vez más. Cuando la gente estaba recogida en sus rituales, me daba vueltas por el pueblo y por el atrio de la iglesia que permanecía cerrada. Me atrajo en particular al cruz atrial que aunque sencilla, resultaba un conjunto interesante con los objetos que dejaban ahí y la ornamentación que le pusieron. Pude apreciar que aún conservaba los restos de la celebración de día de muertos y que junto con el papel de colores colocado para estas era agradable a la vista. Para el día 11 por la tarde mi equipo dejo de funcionar y por fin llegaron con los rollos y a esperar para regresarme a la ciudad por lo que acordamos regresar el mismo día 12 pues estaba imposibilitado para seguir tomando fotografías.

La mañana del regreso estaba muy nublado y me comentaron que ya había nevado por algunas partes del camino por lo que iba a ser difícil el regreso. Al estar tan incomunicados esos lugares, es sorprendente como corren las noticias de que alguien va a bajar de la sierra pues ya teníamos peticiones de maestros comunitarios y enfermeras de las clínicas rurales de llevarlos a la ciudad. La camioneta, que afortunadamente contaba con caseta que cubría la batea, se llenó de personas y salimos apenas amaneció. Pasamos por lugares casi intransitables pues o estaban con algo de aguanieve o muy enfangados por lo que era complicado maniobrar, también nos cruzamos con agentes de la policía judicial del estado que nos detuvieron y revisaron, pero como nos identificamos como trabajadores de diversas instituciones no hubo mayor problema. Ellos traían preso a un hombre que no pudimos ver pues estaba cubierto con una cobija, nos comentaron que había matado a una maestra que no le hacía caso y que estando borracho soltó un tiro hacia su casa con el funesto resultado. Continuamos el descenso durante todo el día tratando de contactar a alguien con el radio pero como era dia feriado, no encontramos a nadie. Finalmente llegamos a la ciudad empezando la noche llegando a su fin este primer viaje a la Sierra.

Este viaje me abrió los ojos a una realidad que desconocía y marco en mucho el desarrollo que he llevado. A partir de entonces el trabajo cercano a las comunidades rurales me ha gustado y me ha dado la oportunidad de conocer lugares que de otra manera jamás hubiera pensado visitar. En esa época hice otros viajes a la sierra pero fueron un poco diferentes.

miércoles, noviembre 07, 2012

La mancha del pez.


Este es un pequeño relato que se me ocurrió cuando vi la mancha en una pared y de la cual es la fotografía que encabeza esta entrada.


Hace muchos años un amigo comentaba sobre la habilidad que tenía para apresar espíritus a voluntad quedando estos adheridos a las paredes con diversas formas de manchas. Su casa era todo un lugar de bohemia pues ahí nos reuníamos un grupo de fotógrafos y artistas plásticos a platicar, planear proyectos y en general a departir por varias horas. El vivía solo y su casa, como buen refugio de soltero, estaba siempre desordenada por las constantes reuniones que tenía y su trabajo como pintor y fotógrafo. Las paredes tenían numerosas manchas de pintura, humedad, salpicaduras de bebidas y otras cosas, por lo que él nos comentaba que cada una de ellas era un espíritu que había capturado en un momento de descuido de estos y en los que se encontraba solo trabajando sus obras.

Siempre me atrajo este relato y la idea de poder atrapar espíritus en determinados momentos, pero al pasar el tiempo tuve la sensación de que podrían ser sueños o pensamientos muy profundos los que pudieran ser atrapados. Pasaron bastantes años y deje de frecuentar e este amigo. El relato quedó en el olvido o mejor dicho en mi mente que es ese lugar donde se olvida la vida para no hacerse presente. 

Un día empecé a darme cuenta que poco a poco aparecían machas en los muros por donde pasaba, no era frecuente pero sucedía en ocasiones y siempre era cuando caminaba solo y estaba absorto en mis pensamientos. También cuando me refugiaba en la pequeña casa familiar situada fuera de la ciudad, que pocas veces visitábamos, para pensar era más palpable que algo estaba pasando pues de un momento a otro me percataba de manchas que no estaba seguro de no haber visto antes en ese lugar. Cierta ocasión en que me encontraba en una encrucijada de la vida y por lo cual necesitaba meditar mucho para sacar en claro lo que procedería a hacer con muchos asuntos que impactarían de manera definitiva, estuve en ese refugio pensando largamente en lo que me preocupaba y en todas las posibilidades ante los diferentes cursos de acción que podría emprender. Mis estados de ánimo variaban por la lucha que se desarrollaba en mi interior, la certeza que tenía en un momento se disolvía y se presentaban más situaciones que no había contemplado que nuevamente avivaban la lucha interna. En el momento más abrumador apareció y con ello llego la calma, todo empezó a tener sentido, lo que parecía irresoluble dejó de serlo y fue precisamente en ese instante que vi como apareció en la pared y tuve la certeza de que yo lo había atrapado. Tenía la forma de un pez y es por esa razón que ratifique que era quien me dio esa serenidad pues me encanta ver a los peces y dejarme llevar por el ritmo pausado con que nadan en los acuarios.

A partir de entonces pude reconocer cada uno de los que atrapé en las paredes y lo que en su momento cruzaba por mi mente. Me di cuenta que había bastantes que llevaban mucho tiempo ahí y me sentía culpable con aquellos que me produjeron alegrías o confort, pero ¿qué podía hacer para corregirlo?, busque en mis recuerdos las palabras que en ese tiempo me dijo mi amigo cuando me reclamó el haber liberado a sus espíritus, él me dijo que no debí haber limpiado su departamento pues al quitar las manchas los liberé y ya algunos no lo dejaban en paz y que le costaría trabajo y meses volver a atraparlos. Entonces me dediqué a limpiar aquellos que me simpatizaban dejando aquellos que me atormentaban.

Aún ahora no se si lo que atrapo son espíritus, pensamientos o sensaciones pero trato de no hacerlo inconscientemente, quien sabe, quizás deje alguna alegría perdida por ahí sin poder recuperarla.

martes, noviembre 06, 2012

Un buen lugar para comer, perdido en la inmensidad...




Llegamos al lugar y estacionamos los vehículos a la vuelta de la esquina, entramos en lo que que más que restaurant parecía una casa como cualquier otra accediendo al patio que estaba techado, con una serie de mesas dispuestas en varios grupos, un pequeño jardín central y alrededor  habitaciones en donde estaban la cocina, los baños, un lavadero con pileta de agua que hacía las veces de lavamanos y lo que parecían cuartos para dormir. Nos habían comentado que en ese lugar se comía muy bien y que era parada obligada cuando se pasa por esa localidad. Sabía que era un pueblo pequeño y que normalmente no habría gran cosa para comer, si es que lo hacíamos ahí.
Pozo de Ibarra es uno de tantos pueblos a los que normalmente como turista nunca vas al no haber gran cosa por ver pues se dedican a las labores agrícolas en esa parte del estado de Nayarit, la gente es humilde y vive tranquilamente con ese ritmo pausado que desconocemos en la ciudad. Para llegar nos fuimos muy temprano para tener tiempo suficiente y preparar las cosas para el trabajo del día, el trayecto lo disfruté inmensamente pues me gusta mucho ver el paisaje al amanecer, aspirar el aire puro del campo y los olores de la tierra que son muy distintos a la cotidianeidad en la que vivo y llenarme del verde de la vegetación. También me agrada la bruma de la mañana, ver los campos de cultivo y las aves volando desde temprana hora, aunado a eso y al estar muy cerca de la costa la diversidad de estas aves se hace mayor y muy agradable de ir descubriéndola a cada momento. También es patente como va incrementándose el calor y la humedad conforme va entrando la mañana y no dejé de sentirlo al no estar acostumbrado a este clima pero sin dejar de disfrutarlo.
Después de terminado el trabajo y ya estando en este pequeño lugar, nos pusieron unos ventiladores que hicieron más agradable la estadía y pedimos de comer siguiendo la recomendación de una persona de la localidad. La verdad mi expectativa del lugar no era muy grande, aunque siempre se come bien en lugares que cocinan de manera casera. Nos llevaron cervezas en una cubeta llena de hielo y la verdad se agradece tomar una bien fría en lugares tan calurosos. Para empezar nos llevaron ceviche de camarón que para ser sinceros es uno de los mejores que he comido con ese grado de picante adecuado a mi paladar y del que no quedó nada, después nos llevaron el que para mí fue el plato estelar, camarones al vapor que se cocinan con mantequilla y no se que más cosas que estuvo fenomenal, más bien parecía una sopa de camarón con un sabor inigualable y que jamás hubiera imaginado. De estos me serví dos platos pues además de deliciosos eran muy abundantes. Para rematar nos llevaron un queso fresco de la región que igualmente estaba delicioso, al final estaba totalmente satisfecho después de una gran comida que no me esperaba.
El restauran es el único que existe en Poso de Ibarra y lo conocen como los hermanos Rivera, si algún día estoy cerca de ahí no dudare en regresar. Las personas con las que estuve trabajando me comentaron que existen muchos lugarcitos así por toda la región y que hay una infinidad de recetas caseras muy buenas.

lunes, noviembre 05, 2012

El bote



Cuando llegué al pequeño restaurant al pie del estero, después de un largo día de estar volando y rodando en avión, autobús y camioneta, me senté a admirar el paisaje esperando que llegara lo que pedimos para comer. Era un atardecer apacible y la brisa soplaba suave refrescándome agradablemente. Observaba hacia el estero y me percataba de cómo el ritmo de la vida era pausado, sin esa necedad que tenemos de apresurar las cosas y vivir cada vez más rápido como lo requiere el ajetreado mundo de la ciudad en el cual estoy inmerso, las aves volando en el horizonte, los pescadores caminando lentamente hacia sus embarcaciones o transitando por el canal de igual forma y los botes anclados moviéndose al compás de las tenues olas que agitaban el agua. La mayoría de estas pequeñas embarcaciones mostraban el paso del tiempo y el largo camino navegado hasta ese día en que los observaba.
El estaba anclado junto a otros más con los que compartía ese pequeño espacio cercano a la orilla. Su pintura descascarada y las marcas que el tiempo le había conferido hacia que se destacara en particular como una alegoría de la vida que llevamos y la cual nos pasa factura constantemente recordándonos la fugacidad de la vida. Pienso que como estos botes nosotros vamos navegando a lo largo de la vida en temporadas de clama o en otras borrascosas, que en cualquier momento podemos zozobrar no importando si nos parecemos a este bote o a un lujoso transatlántico. Es curioso cómo he podido imaginar a las personas como embarcaciones en este gran mar que es la vida.