martes, julio 11, 2006

Un viaje por la sierra (primera parte)



A más de 12 años de haber visitado la sierra del estado de Durango, recuerdo con agrado ese maravilloso viaje que me abrió los ojos hacia un mundo totalmente diferente de lo que yo había vivido, me dió la posibilidad de conocer una realidad paralela e ignorada por el ser urbano común y que me marco para todos los días de mi vida.

Primer día. Domingo.
Después de cargar los vehículos con los materiales y el equipo que utilizaríamos, paso Juan Carlos Salgado por nosotros para irnos a la sierra. Salimos hacia Santa María Ocotán como a eso de las 2:00 p.m. después de estar dando vueltas por todo Durango para tener todo lo necesario que muchos utilizan para el duro viaje por los caminos de montaña, licor.
Viajábamos en una camioneta Ford roja del INI un total 8 personas adultas y una linda bebe, manejando iba Juan Carlos coordinador del Centro Coordinador Indigenista en Santa María, junto a el su esposa Lupita “la amarilla”y la pequeña libertad. En la parte trasera íbamos German, hermano de Juan, Martín, dos enfermeras y yo. Recorrimos unos 70 u 80 kilómetros hasta el Mezquital la última población que contaba con camino pavimentado, desde ahí empezaba el ascenso a la sierra madre. Cuando entramos al camino de terrecería Martín me dijo : "a partir de aquí es como si viajaras al pasado", esta afirmación me causo una sensación extraña, como si en esos momentos dejara de existir todo el mundo tal y como lo conozco y en verdad así fue pues este era mi primer viaje al llamado México mágico, mi primer contacto verdadero con la población indígena. Juan Carlos y Martín empezaron a tomar desde que salimos de Durango y para cuando entramos a la sierra ya estaban medio borrachos, nos detuvimos a comer poco después de comenzar el ascenso y paramos donde se dominaba el valle del Mezquital , el aire era muy limpio y la visión desde ahí era muy clara. Reanudamos el viaje por un camino que serpenteaba y daba vueltas a capricho las montañas, más adelante pude ver una formación montañosa llamada de los gobernadores por los indígenas; es un macizo rocoso con acantilados de caliza tubular que forma grandes despeñaderos y según cuenta la leyenda,... “hace mucho tiempo los gobernadores tradicionales de los indígenas se reunían ahí para charlar y tomar acuerdos, lo hicieron por muchos años hasta que un día se volvieron de piedra y cada uno paso a formar un acantilado”.

El viaje transcurrió tranquilo, salvo uno que otro brinco y una que otra discusión entre Martín y Juan Carlos que ya estaban bastante borrachos y necios, los paisajes que logre ver eran de una belleza enorme, disfrutaba cada instante, cada brinco que daba la camioneta en esos caminos en los que apenas pueden transitar estos vehículos. La noche empezó a caer y la temperatura descendió paulatinamente, yo seguía observando sin perderme cada sombra que pasaba tratando de vislumbrar alguna figura o algún paisaje, el frío se hizo mas intenso y todos nos acurrucamos envueltos en las bolsas para dormir que traíamos. Las enfermeras hablaron todo el camino entre ellas, ya en la noche les entro miedo por la forma en que conducía Juan Carlos, que a pesar de lo escabroso del terreno iba a gran velocidad y cada vez que pasaba por algún hoyo o borde dábamos tumbos dentro de la camioneta, ellas pensaban en que nos íbamos a accidentar en cualquier momento y una rogaba por llegar a su destino, el Aserradero de Charcos.
En cuanto llegamos bajo rápidamente buscando a las personas que la esperaban, para trasladarse a una pequeña localidad llamada Gavilanes que se encontraba fuera de nuestra ruta.. Nos bajamos a estirar las piernas nos percatamos que el frío ahí era bastante intenso por lo que reanudamos nuestro viaje rápidamente en medio de brincos y quejas de Martín hacia Juan por su forma de conducir; poco después de habernos alejado nos salimos del camino atascándonos en una cuneta, supongo que Juan Carlos estaba medio adormilado y no pudo controlar bien el vehículo en una de tantas curvas saliéndonos del camino, tratamos de sacar la camioneta pero al cabo de casi 1 hora no la habíamos conseguido y no sabíamos cuanto tiempo más tendríamos que seguir para lograr sacarla. En la sierra es difícil ver a otro vehículo pasar por lo que nos sorprendió escuchar que se acercaba alguien por el camino, al llegar hasta donde nos encontramos no quiso detenerse a ayudarnos y siguieron de largo. Juan Carlos dijo que ya se verían ellos en problemas, que eso no se hacia pues una ley no escrita para los que viajan por esos caminos es pararte a ayudar a las personas que se encuentren en dificultades y darles aventón al que te lo pida, puesto que es la única forma de transporte que puedes encontrar en la sierra aparte de caminar. Al cabo de un rato y para nuestra sorpresa paso otro persona, en esta ocasión si se detuvo a ayudarnos y por fin salimos del apuro.
Continuamos el viaje y al cabo de varias horas llegamos por fin a Santa. María Ocotán a eso de las 3 de la madrugada. Al llegar Juan Carlos busco a Octavio para que nos designara alojamiento en una de las cabañas del centro, cenamos y por fin pudimos descansar.